Un Guerrero
Tu rostro es tan hermoso
como el aroma de los
cerezos sueltos en primavera.
Pero hoy llegas a mí con
esas lágrimas.
Eso terriblemente socava
mi alma.
¿Qué te ha hecho el mundo
cervatilla soñolienta?
Raudos vuelan los elementos
cantando tu nombre
por entre valles, colinas,
majadas y viñedos de Engadì.
Yo te quiero para mí.
Solo para mí.
Tú eres mi paisaje.
Yo escribo y duermo en el.
Con las sandalias de tejones,
la guirnalda dorada
y el pelo al viento,
nadie es como tú.
Sobre pétalos de alheña
vaciaré el llanto y,
entre batalla y batallas,
coronaré tu historia con
los anchos recuerdos
de mi imperecedera
y violenta espada.
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